
Líneas duras, pero tampoco tanto
La arquitectura moderna tuvo sobre todo en el norte de Europa un impacto grande, gracias a obras maestras de arquitectos como Duiker, Meyer y Stam entre otros. En España aquella corriente no dejó mucha huella pero hay en Barcelona, escondido dentro de un interior de manzana, un edificio precioso, la antigua sede de la editorial Gustavo Gili en la calle Rosselló 87, diseñado por Joaquim Gili y Francesc Bassó, que se puede considerar un ejemplo de los más elegantes de la época.
Después de que el editorial dejó de utilizar lo, el edificio ha estado obsoleto durante bastantes años pero ahora el ICUB ha hecho aquí una exposición, llamado LÍNIES DURES, edificis, disseny i urbanisme en Barcelona 1949-1974, que muestra obras en Barcelona y alrededores que se habían nutrido del modernismo internacional más puro.
La exposición está muy bien y explica en profundidad el contenido y las ideas detrás de obras emblemáticas, que van desde el camp Nou de Mitjans hasta la reforma del ático de La Pedrera de Barba Corsini, pasando por proyectos más discretas pero por eso no menos bellas, como el comedor de la fábrica SEAT en la Zona Franca, de Ortiz, Barbero y de la Joya. Y aparte de las fotos están también unos textos y documentos históricos destacables. Hay perspectivas con eslóganes vendiendo el proyecto residencial de Walden 7 (marketing “avant-la-letre”) e informes, que acusan que el problema de la escasez de vivienda, de la poca calidad de la mano de obra y de los precios de la construcción… parece que los arquitectos de Barcelona en su día ya se quejaban de estos problemas.
Es por esto una exposición bonita e interesante, que vale la pena visitar y estará abierta hasta el 2 de julio. Pero no se puede negar que de hecho más interesante que la propia expo, acaba siendo la visita que se ha habilitado al propio edifico de la editorial. Sería un ejemplo de estas líneas duras, sobre las que habla la exposición, pero el edificio demuestra directamente que en la realidad… no hay para tanto… Parece casi como si el título haya sido escogido para llamar la atención. El modernismo puede tener líneas claras (más que duras) pero ha afrontado siempre con seriedad y rigor temas sociales desde un punto de partida muy humano. Y desde sus inicios ha buscado también el dialogo con la naturaleza, como se ve allí mismo en el interior de la manzana de calle Rosselló 87. Hay efectivamente sitios en el edificio, donde el juego de líneas recuerda a la rigidez de un cuadro de Mondriaan pero las texturas, los colores, la luz, las perspectivas… todo ello creo un ambiente muy agradable y recuerda a por ejemplo los proyectos de Lina Bo Bardi en Brasil.
Acabamos envidiando a la gente que estuvo trabajando aquí durante años, aunque el edificio no cumpliría en cuanto al confort térmico que exigimos hoy en día. Ha sido siempre uno de los problemas del patrimonio histórico de los modernos. Su elegancia por un lado y su comportamiento energético y mantenimiento por otro entran en claro conflicto. Y de hecho, aquí en Barcelona el contexto climático aún juega al favor de la construcción. Será que aquella arquitectura en esencia fuera más apto por el clima mediterráneo que por las latitudes nórdicas donde se concibió? Aun así: se tendrá que hacer una reflexión sobre cómo utilizar el edificio después de la exposición, en tiempos de descarbonización.
Es fantástico que después de tantos años cerrados la editorial Gustavo Gili vuelva a ser accesible para el público y la ocasión de esta exposición es de las más oportunas. Y eso: somos muy curiosos que pasará después de 2 de julio.