
La arquitectura del espacio público · el recinto del encuentro urbano.
El ser humano y su naturaleza de relacionarse para existir, se enfrenta a la vida pública exponiendo constantemente sus cotidianidades en un espacio común, el espacio público. Dicho espacio que en tiempos de confinamiento pandémico está deshabitado y pone en evidencia su arquitectura la cual aparentemente vacía, extraña ser usada. Sin embargo, desde el refugio de las vidas humanas, desde las residencias, las personas contemplan la naturaleza, reactivan sus sentidos, y los vecinos de la calle ahora son también la naturaleza más allá de los árboles. De algún modo esto hace ver que el regreso a la “normalidad” será otro.
El espacio público supone ser el lugar emblemático para permitir el encuentro urbano, humano, es decir es el espacio en donde las sociedades conspiran para perseguir sus objetivos, para interactuar y compartir sus saberes y experiencias. De este modo es generador de conocimientos colectivos, contiene flujos infinitos de información que son capaces de transformar el espacio físico que los rodea. Dicho espacio evidencia los anhelos y frustraciones de los ciudadanos, por lo tanto si una ciudad es arisca y carece de espacios que posibiliten el encuentro y no permite que sus ciudadanos interactúen, será una ciudad que carecerá de apropiación, percepción y cuidado.
¿Pero qué pasa cuando se priva al ser humano de ese espacio de encuentro? Al parecer el efecto confinamiento pandémico ha hecho que se re crearán otras formas de encuentro, y esto puede darse por la afirmación de que “La ciudad es el laboratorio de tamaño natural de la vida social” Reymond Ledrut. Entendiendo que no hay otro lugar para que la vida social urbana se pueda dar, las ventanas se han convertido en ojos, como lo llamaría Jane Jacobs, los ojos en la calle. Los vanos por donde se encuentran las miradas, saludos, conversaciones entre otras necesidades instintivas del ser humano. Los patios, terrazas, balcones terminan siendo ahora una extensión de espacio colectivos que se replican en los salones de las casas y las cocinas, estableciendo nuevas pautas del comportamiento del espacio público, dándole vida a los interiores de las casas, a los centros de manzanas, como si fuese una estructura orgánica capaz de recrearse solamente, por su función.
La arquitectura del espacio público es dicho recinto que se concibe como público, solamente si reúne intereses, si permite el encuentro e intercambio. Ahora bien, a la hora de pensar en plaza, parque, acera, alameda, malecón, rambla, la circulación es un elemento ordenador, pero sólo cuando las velocidades disminuyen y están dirigidas a las escala humana y de otros seres, el espacio público existe.