
La arquitectura del agua
En el marco de la inauguración de la exposición de Arquitecturas en la Orilla, a cargo de Arquitectes per l’ Arquitectura, la fundación Mies Van der Rohe, y el MMB, se estableció una discusión en el cual tanto la exposición como lo expuesto permitió generar una interesante reflexión sobre el agua en relación con la arquitectura. Se suele pensar en el agua como un elemento inerte, una pieza que hace parte de una composición arquitectónica o urbana, en la cual diseñar puentes, patios, espejos de agua, entre otros, se convierten en majestuosas piezas maestras, gracias a un diseño ¨inclusivo¨ del agua en la arquitectura.
La arquitectura del agua se ha definido como un instrumento de diseño capaz de embellecer u ordenar de manera ¨natural¨ cualquier tipo de espacio, en múltiples escalas. ¿Pero es el agua realmente ese elemento de diseño y control de los espacios habitados por los humanos? Es realmente el agua un elemento más de quitar y poner?
El agua entonces dentro de estos gestos de reproducción arquitectónica queda resumida en un aporte que condiciona el espacio físico, donde los criterios de sostenibilidad arquitectónica o de ecología urbana vienen siendo valorados como indicadores, haciendo del agua un elemento de que determina un aporte aislado. Aunque, por otro lado, proyectos nombrados durante el coloquio (como le Grand Paris desarrollado por el estudio de Secchi y Vigano) resaltan la relevancia del agua como catalizador de metabolismos territoriales, tanto en conceptos de urbanismos sostenible, como las implicaciones sociales que de su ordenación dependen. Permiten poner en discusión la trascendencia del agua y sus interacciones sociales, económicas y ambientales.
Según Tales de Mileto, ¨el agua es el principio de todas las cosas¨, por lo que valdría la pena pensar el grado de eco-dependencia que esta frase introduce por el simple hecho de que cada asentamiento humano se consolida espacialmentegracias a las capacidades de desarrollo en torno al agua (hicimos un proyecto en Caldes de Malavella, ejemplo de una ciudad cuya existencia está muy ligada al agua). Así mismo, sus capacidades ecológicas permiten favorecer a múltiples especies, entre ellos el ser humano, y viceversa.
Como conclusión, en tiempos de crisis climática hablar del agua supone un compromiso que va más allá de un discurso estético o de mejoramiento del espacio físico, y asume una responsabilidad colectiva de diseñar procesos vivos y que soportan la capacidad ecosistémica tanto de las ciudades como de las áreas rurales. Un frente marítimo, es un ecosistema costero perteneciente a un litoral, un río, es parte de un sistema de nacimientos de agua en montaña que recorre ecosistemas antes de su desembocadura, un espejo de agua es un lugar de encuentro de diversidad de especies, en las cuales su interacción posibilita la continuación tanto del ciclo del agua como refuerza potenciales corredores ecológicos, que directamente favorece la calidad de vida humana en áreas urbanas y rurales.